El libro más célebre del tenebroso maestro Georges Bataille, L'Érotisme (...) muestra en la portada el rostro en éxtasis —ojos semicerrados, cabeza desmayada, sensual boca entreabierta— de Santa Teresa de Ávila. Como se sabe, entre sus muchas y alambicadas teorías sobre el erotismo, Bataille estableció un nexo, que pudiera ser rosado, entre el éxtasis místico y su estremecido correlato en el cuerpo: el orgasmo.
El ónix pertenece a la preciosa familia del ágata. Cuarzo. Cristal veteado ¿ónice? ¿Qué colores alternan los poemas de esta piedra? Verde oscuro, azul oscuro y oro de cristal. Existe una secreta, oscura relación de esta piedra con el embarazo y las fuerzas amnióticas.
El diseño de Ónix —borroso, con certeza, a propósito— muestra a mi entender la pared enjalbegada de un convento (¿Santa Catalina? ¿Santa Rosa? ¿Santa Teresa?). Sobre la rectangular ventana-boca inferior, las puertas superiores son ojos; y en la frente de ese rostro áspero hay un ícono: la Virgen María con el Niño en brazos.
Ejercicios espirituales (poéticos) de lírica mística. Resuena lejanamente el eco de un mensaje en clave: gritos de estatuas de ónix desbarrancándose. Hay un corpus angelicus y un corpus diabolicus; las suaves imágenes del primero revelan, como el reverso de una alfombra, las escabrosas pulsiones del segundo. El poeta recurre a la palabra sangre, como símbolo por supuesto, para realizar el matrimonio del cielo y del infierno con el elemento eucarístico por excelencia, la sangre-vino, y para flagelar al cuerpo-templo, para acometerlo, penetrarlo y desgarrarlo con espadas y venablos, al cuerpo-templo que goza y consigue la unión hipostática por intermedio del brillo y del ardor; refiriéndose al brillo afirma la teología cristiana que cuatro atributos posee el cuerpo glorioso, ese que tendremos después de la resurrección: impasibilidad, sutileza, agilidad y brillo precisamente.
Encuentro con Mariela:
A propósito de Ónix, libro de poemas de Mariela Dreyfus
por Miguel Rodríguez Liñán
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