El cuerpo es entonces, el alfabeto que deletrea la resistencia. Todas las prácticas amatorias, confluyen en la revelación que el yo poético realiza en torno al estremecimiento del goce. El erotismo no constituye un fin en sí mismo, sino que encarna un sinnúmero de experiencias que hacen de la palabra un espacio artístico y político. Los amantes se entregan en la ciudad sitiada. Rehuyen rincones devastados y calles demolidas, se adosan las pieles y arquen las caderas al interior de los recintos marginados, en la intermitencia de la clandestinidad y la huida. El fluído que los recorre, la pasión que los convierte, reconoce la prohibición y la violencia. El mutismo, que también obliga el tránsito y la desesperación, articula otro lenguaje posible, donde la alteridad y el descentramiento conforman la sobrevida. Son estos balbuceos, a fuerza de mordaza, los que transmutan los signos en una voz paralela. La treta consiste en cambiar el sentido del lugar que los ha expulsado, y perpetúa el romance en el revés que la conciencia metapoética obra en la re.significación.
Camila Cárdenas Neira.
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