domingo, 10 de agosto de 2008



Cada vértebra tuya reverbera en los intersticios de mi carne, como neblina que antecede la helada o disparos quemando golpes ciegos en la espalda. Has venido a habitarme en el susurro que crepita la madera, vulnerando los fantasmas que transitan en mi casa. Apenas la intuición de reconocerte nervioso cuando asomas, y te agitas sin saber si es por el roce, o por la fuerza que viene a sacarnos del anonimato. Podría ofrecerme desgajada, concurrida de dolores y náuseas, que se desprenden torpemente de la curva del paladar. Aunque con labios resecos, asumo la nomadía de hidratarte con mi lengua los dobleces contusos, magullados por quién sabe qué mano imperativa. Desplazo la palabra al gozne de mi sexo, donde tus dedos solamente son capaces de urdir mi resistencia.



Camila Cárdenas Neira.

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